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En un mundo en constante transformación por factores naturales, económicos y sociales, la diversidad genética es clave para desarrollar nuevas variedades de cultivos y garantizar la seguridad alimentaria. ¿Cómo se conserva esta diversidad y se asegura su disponibilidad para futuras generaciones? La respuesta a estos desafíos está en la cooperación global facilitada por el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (TIRFAA), que no solo respalda la ciencia del mejoramiento de cultivos, sino que también permite un acceso equitativo y sostenible a los recursos fitogenéticos.

La FAO estima que, durante el siglo XX, se perdió alrededor del 75% de la biodiversidad agrícola mundial, debido a factores como el cambio en el uso del suelo, el cambio climático y la sustitución de variedades tradicionales por híbridos más productivos. En este contexto, garantizar la diversidad genética es esencial para el desarrollo de nuevas variedades de cultivos que puedan resistir las condiciones cambiantes del planeta. Sin embargo, el proceso de intercambio de recursos fitogenéticos entre países se ha vuelto cada vez más complejo, a menudo requiriendo extensas negociaciones bilaterales. Es aquí donde el TIRFAA juega un papel crucial, facilitando el intercambio y asegurando que los beneficios se compartan de manera justa.

 

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